lunes, 26 de enero de 2009

Periplo por las islas... (por Miguel Motas)

Ha sido toda una experiencia!! Vuelta al Buque Las Palmas, vamos los pingüinólogos y el bueno de Amós, que tiene que poner unos GPS en distintas islas. En el barco encontramos a Pablo y Javier, dos investigadores de la Autónoma que hacen un estudio muy interesante sobre la presión turística en la Antártida, evaluando efectos de pisadas, residuos, etc. hicimos muy buenas migas enseguida (no hay nada como un fluido que hace oscilar tu cuerpo hasta 45º sobre la horizontal para afianzar relaciones cordiales). También encontramos a Andrés, nos ponemos al día de las actividades del proyecto y compartimos todas las experiencias e impresiones que han acontecido desde que nos despedimos, da gusto ver el equipo de trabajo que somos.
Primero fuimos a Livingston a Punta Hannah, el desembarco fue temprano y un poco aventurado, la zona no está cartografiada con lo cual el barco atraca a bastante distancia, por lo tanto el trayecto en zodiac es largo y el marino que lleva la misma lo hace más tiempo por el aire que sobre el mar.
Teníamos escasamente 5 horas para tomar muestras de sangre a unos 50 animales, aquí como no hay ya nidos hay que capturar a los adultos con una especie de cazamariposas gigante, de lo cual me hago cargo gustosamente (en el fondo es lo más parecido a coger una raqueta de tenis en dos meses). Los animales muestreados son pingüinos Papúa (con un pico rojo muy vistoso, y de mayor tamaño que el Barbijo, algo más miedoso). El trabajo se nos da bien, pero cuando nos disponemos a almorzar lo que al barco nos ha preparado... ya han vuelto a recogernos.
Tenemos la posibilidad de contemplar lobos marinos y colonias de elefantes marinos, nos podemos acercar mucho hasta que nos amenazan con las fauces abiertas y sonidos-bufidos inquietantes. A la vuelta un regalo: en torno a 8-10 ballenas en círculo emergiendo y sumergiéndose con el ritual de las burbujas para cercar al Krill y cazarlo-pescarlo… nos acercamos con las zodiacs apenas a 10 metros, hay una mezcla de emoción y miedo, son inmensas, creo que jorobadas, con los trajes de seguridad y las mochilas resguardadas no tengo acceso a la cámara, da igual; lo fijo en mi retina espero que de por vida.
Estamos satisfechos pero exhaustos, el problema es que en el barco (oscilante por definición) nos toca procesar las muestras, hay que centrifugar para obtener el plasma, fijar los frotis y etiquetar todo (más de dos horas), sin tiempo a ducha previa pues estamos en la zona común que en breve va a ser utilizada por el resto del personal científico, algún componente no aguanta el mareo y tenemos bajas en el proceso lo cual dilata la ardua tarea. Felizmente Amós y yo vemos hecho realidad un sueño recreado en conversaciones previas, nos sirven de cenar un caldero muy decente con un alioli excelente… merece la pena todo el esfuerzo del día.
Al día siguiente nos levantamos a las seis de la mañana para desembarcar en la Isla Rey Jorge (Caleta Potter), para muestrear principalmente Pingüinos Adelia. Es peligroso el trayecto ya que tampoco está cartografiado y hay un fondo con muchas rocas que no llegan a aflorar a la superficie, al final la hélice solo roza levemente cerca de la playa.

Estamos frente a un pequeño refugio que tienen los argentinos cerca de la pingüinera, cuando llamamos nos abren somnolientos y SORPRESA!!! Silvia apenas me reconoce por la barba y por el sueño que todavía arrastra, es una invasión en toda regla, a su vez Julia se encuentra con Bruno.


Es un momento especial y muy esperado, encontrar a alguien de tu tierra y de tu círculo cercano aquí, en medio de una isla desierta en el confín de la Tierra, tenía muchas ganas de saber que estaba bien. Tras abrazos y besos nos disponemos a trabajar, tenemos hasta las 14 en que el Barco vendrá a recogernos a la Base argentina de Jubany. Nos ayudan Silvia y Bruno Pasamos frío, los Adelia son preciosos, algo más pequeños que los Papúa pero con bastante más carácter. En las persecuciones mi tobillo responde.

Felizmente vemos en la playa una Foca de Weddell, no se inmuta ante nuestra presencia con lo que me puedo acercar cuanto me plazca, pero intento no perturbar esta “siesta antártica”. En el refugio conocemos otros argentinos que nos ofrecen sopa caliente y compartimos nuestro almuerzo...
Andamos una hora hasta la Base argentina con un paisaje de glaciares y lagos impresionante. La Base es inmensa, es de invernada y por lo tanto tiene gran espacio, laboratorios varios, cine, gimnasio, internet de banda ancha etc.

El Barco llega sobre las 16 y nos despedimos con cierta tristeza, hemos hablado mucho exprimiendo el escaso tiempo que éramos conscientes que teníamos. Tomamos rumbo hacia una Isla-Cono Volcánico llamada Pingüin, para que Amós ponga otro GPS, en el trayecto hay una cena especial para toda la dotación del Barco: ibéricos, empanadas gallegas de tres tipos (el 80% son gallegos), etc. El ambiente es buenísimo, pero de repente todo se estropea, Amós no puede bajar pues la niebla no deja ver nada y el radar detecta un iceberg entre nosotros y la Isla (el viaje no ha servido de nada). En cuestión de minutos se levanta un temporal de órdago, la experiencia es peor que el Drake, estamos fondeados y ante los envites de las olas la cadena tiene el riesgo de partirse, nos golpean olas de entre 8-10 metros que llegan a la altura del puente, salimos a toda máquina pero no amaina, se tiene que poner trajes de buzo y atarse para controlar las zodiacs que más que en la popa ya forman parte del mar. Sin desvestirme me meto en la cama, todo se cae a pesar de estar atado, en la propia cama damos botes, el barco oscila en los tres ejes que conozco... así toda la noche!!
El día después es pura desesperación vamos en un lento regreso isla a isla, dejamos con retraso a Andrés (el vuelo sale un día después), y vemos una tanda de películas… Julia está desesperada del barco. Al día siguiente llegamos a casa a eso de las 14 horas… pero para variar la mar no colabora y se retrasa el desembarco, pues así las zodiacs no pueden recogernos, estamos deseando llegar. El motor de estribor nos da un susto pero al final se soluciona. Pablo nos ayuda en el desembarco, es un chico genial, hemos hecho buenas migas. Ya en casa nos reciben en la playa a pesar del día… que gusto!!. Algo ha cambiado, hay 15 científicos más en la base, entre ellos varios rusos... tenemos que adaptarnos, ya no es lo mismo. El espacio es limitado y todo hay que compartirlo sobremanera…

Fotos: Javier Sánchez Banacloy, Miguel Motas y www.ejercito.mde.es/mexterior/webantartida/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enhorabuena Miguel
Me parece muy positivo para el profano, y yo lo soy, que describas tus avatares diarios en ese lugar inhóspito y carente de entretenimientos con el realismo que lo estás haciendo desde el principio. Son interesantes los experimentos científicos y toda su parafernalia, pero asimismo lo son los hechos cotidianos, esas pequeñas cosas que os ocurren a diario en ese trabajo y que reflejan la parte meramente humana del investigador, como conocer vuestros problemas por el frío para manejar herramientas y enseres elementales, las sorpresas del permafrost, el desánimo que aparece en ocasiones cuando pensáis en la soledad en que tenéis que desempeñar vuestra labor un día tras otro.
Y te agradezco doblemente el esfuerzo dedicado a este blog, por una parte por seguir vuestra peripecia humana y vital a diario, y por otra porque gracias a vuestro blog seguimos de paso, en casa y de forma indirecta, la de nuestro hijo, ese investigador de la Universidad Autónoma de Madrid que habéis conocido en el BIO Las Palmas y con el que ocasionalmente estáis compartiendo las delicias de la navegación en aguas antárticas, "entretenidas" incluso en espacios relativamente protegidos por la cercanía de tierra.
Gracias por vuestro relato y ánimo para seguir adelante y con buen espíritu a pesar de la relativa "bonanza" de las circunstancias