CRONICA DE LA VUELTA DE LA ANTÁRTIDA
Al final partiremos por la tarde, por la mañana recibimos la visita de Jesús Calleja y el equipo de aventureros, el relato que nos hacen de su noche es espeluznante, de hecho hay algún herido por cortes al intentar deshacerse de las velas. Nuestra medida del viento era de 80 nudos ya que el anemómetro no mide más, era su máximo, desde el barco midieron más de 200 km/h, lo cual es algo que explica lo sufrido esa noche y los daños que todos observamos.
Durante esta mañana hace un día despejado y realizan la grabación de nuestra base entrevistándonos sobre nuestras actividades científicas, de repente... a lo lejos viene una zodiac, no sé por qué razón salgo a recibirlos y veo que me saludan desde ella… simple cordialidad pensé,… SILVIA… era ella, viene con una dotación del barco que baja a compartir una paella que nos hacen de despedida, a la que por supuesto se apuntan los aventureros de la cuatro. Nos fundimos en un abrazo, y esta vez hago yo de anfitrión enseñándole “mi base”. El día es muy bueno y distendido compartimos una gran paella pero indefectiblemente llega la hora de partir, últimas llamadas, tensa espera, nervios contenidos… al final nos despedimos en la playa, por supuesto es sentida ¿nos volveremos a ver? Ha sido la familia, los amigos… durante estos ¿dos meses? Es duro, pero cada cual lo lleva como puede… Tras estar esperando un rato en el Barco, llega la hora de partir al atardecer, es todo un coqueteo de las nubes con el sol, un atardecer sangrante, rojo carmesí, precioso pero lacónico… nos despide en nuestra salida por los Fuelles de Neptuno, aquí sí que eres consciente de que abandonas la Isla, como es tradición brindamos en toldilla con champagne para garantizar nuestra vuelta a la Isla, hay silencios, miradas perdidas… es duro. Sin tregua, nada más salir el mar nos devuelve a la cruda realidad, no hay concesiones para melancolías… la Antártida siempre te exige el máximo ante cualquier cambio, no hay tiempo para relajarse, todo se mueve, menudo Drake se vaticina.
No fue tanto, la primera noche fue durísima, hubo que cambiar el rumbo hacía Malvinas para evitar tanto balanceo, llegamos a registrar escoras de 43º (olas entre 8-10 metros), eso ni en cama es de digno soporte. Tras esa noche la cosa se normalizó y no fue un mal Drake.
En Ushuaia todo es nuevo, árboles, coches, móvil, dinero… incluso me conmociona ver niños… todo es adaptación. Ante el segundo Drake con éxito, nos dan un diploma… rehúso del privilegio de ponerme el pendiente, pero sin remedio culmino un deseo… fumo en pipa.
Durante esta mañana hace un día despejado y realizan la grabación de nuestra base entrevistándonos sobre nuestras actividades científicas, de repente... a lo lejos viene una zodiac, no sé por qué razón salgo a recibirlos y veo que me saludan desde ella… simple cordialidad pensé,… SILVIA… era ella, viene con una dotación del barco que baja a compartir una paella que nos hacen de despedida, a la que por supuesto se apuntan los aventureros de la cuatro. Nos fundimos en un abrazo, y esta vez hago yo de anfitrión enseñándole “mi base”. El día es muy bueno y distendido compartimos una gran paella pero indefectiblemente llega la hora de partir, últimas llamadas, tensa espera, nervios contenidos… al final nos despedimos en la playa, por supuesto es sentida ¿nos volveremos a ver? Ha sido la familia, los amigos… durante estos ¿dos meses? Es duro, pero cada cual lo lleva como puede… Tras estar esperando un rato en el Barco, llega la hora de partir al atardecer, es todo un coqueteo de las nubes con el sol, un atardecer sangrante, rojo carmesí, precioso pero lacónico… nos despide en nuestra salida por los Fuelles de Neptuno, aquí sí que eres consciente de que abandonas la Isla, como es tradición brindamos en toldilla con champagne para garantizar nuestra vuelta a la Isla, hay silencios, miradas perdidas… es duro. Sin tregua, nada más salir el mar nos devuelve a la cruda realidad, no hay concesiones para melancolías… la Antártida siempre te exige el máximo ante cualquier cambio, no hay tiempo para relajarse, todo se mueve, menudo Drake se vaticina.
No fue tanto, la primera noche fue durísima, hubo que cambiar el rumbo hacía Malvinas para evitar tanto balanceo, llegamos a registrar escoras de 43º (olas entre 8-10 metros), eso ni en cama es de digno soporte. Tras esa noche la cosa se normalizó y no fue un mal Drake.
En Ushuaia todo es nuevo, árboles, coches, móvil, dinero… incluso me conmociona ver niños… todo es adaptación. Ante el segundo Drake con éxito, nos dan un diploma… rehúso del privilegio de ponerme el pendiente, pero sin remedio culmino un deseo… fumo en pipa.
Fotos: Silvia Jerez y Miguel Motas.
1 comentario:
Buena aventura; claro que después de lo que has visto, te va a costar impresionarte con los paisajes de la piel de toro.. :)
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