jueves, 2 de enero de 2014

Fin de año

Tras un descanso reparador en el hotel, el día 31 comenzó tocando el monumento al indio porque según la tradición si lo haces vuelves a Punta Arenas, después visitamos el Museo Naval de Punta Arenas, la verdad es que siendo modesto resultó encantador, pues aunaba una mezcla de historia local, historia expedicionaria antártica y referencias a la peligrosidad de estos mares encabezada por Cabo de Hornos (Marta lo pasó regular al ver en un mapa los naufragios por esta zona). 


Naufragios Cabo de Hornos

















Después intentamos ver nuestro barco Ary Rongel (barco brasileño en el que vamos invitados) pero uno mucho mayor nos impidió verlo con claridad, aquí es valida la reflexión de que algo es grande dependiendo con que lo compares, al lado de un barco de EEUU enorme y del otro brasileño, nuestro barco no parece gran cosa, cuando en realidad es bastante más grande (75 metros de eslora y con helipuerto) que el buque Las Palmas en el que solemos ir los españoles a la Antártida. 

Popa del Ary Rongel
















Después comimos en el Mercado, lugar con unas vistas magníficas de toda la costa. Por la tarde Marta y yo nos fuimos a ver el cementerio local, pues tiene una arquitectura peculiar y es común su visita sobre todo a la tumba del indio desconocido, aunque Virginia no entiende esos "gustos" míos de visitar tumbas ;.). Ello me dió oportunidad de conocer más cosas de Marta, colabora en el grupo de Amós de vulcanología en temas informáticos, aunque ella es matemática, es majísima además de aficionada al Real Madrid ;.). 














Después de hacer algo de deporte en el gimnasio del hotel (tanto avión y comidas me hacían parecer Papá Noel), a las 20 horas de aquí nos unimos con los militares y vimos todos en un salón del hotel las 12 campanadas desde España, conseguimos uvas sin hueso y brindamos con cerveza en copas de champagne. Fue emotivo e intentamos crear un clima especial, aunque a todos se nos adivinaba cierta morriña. 


Posteriormente nos fuimos al Casino donde contratamos la cena de Nochevieja, un edificio espectacular acristalado y moderno con vistas el estrecho de Magallanes, el precio era contundente pero incluía todo y era una oportunidad de conocernos todos antes de sufrir juntos el Paso del Drake (Cabo de Hornos y demás). Tras múltiples incidencias con el servicio conseguimos cenar muy dignamente y nos lo pasamos genial, fue una buena noche y ya nos conocemos todos bastante más. 

 



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